miércoles, 10 de diciembre de 2025

Mercados Navideños y Región Occitana de Francia: Occitania II

 Carcassonne


De la mano de vuestros generosos comentarios, y ya con menos tos, me animo a continuar el relato de nuestro viaje. El día ha amanecido cubierto y frío. Vamos bien pertrechados de ropa y comenzamos el ascenso a pie hacia lo que aquí conocen como La Cité. La Porte Narbonnaise es una de las entradas monumentales a la fortificación, levantada en un otero que domina el valle del río Aude. Me entero por la guía de las sucesivas etapas constructivas, desde el inicial enclave proto-histórico, a la ciudad galo-romana, luego ocupada y ampliada por los godos y los musulmanes, que llegaron hasta aquí, aunque la fama se la haya llevado Poitiers. Fue después capital del vizcondado. Tiene en la actualidad un trazado perimetral doblemente amurallado de tres kms. y un perfil erizado de torres de acabado cónico que le dan una apariencia inexpugnable. Todas ellas permitían el uso de las armas de la época y existía un paseo de ronda protegido, barbacanas y bastiones en herradura.


La entrada, concebida en zig-zag para dificultar su asalto, luce en uno de los postes laterales la cabeza de la Dame Carcas, una supuesta mujer sarracena que la defendió del ejército de Carlomagno y que ideó una estratagema con la formación de falsos soldados de paja y el lanzamiento de un cerdo bien cebado muralla abajo para demostrar que no les faltaba de nada. El emperador pensó que era inexpugnable y se retiró. La dama hizo sonar las campanas, de donde alguien dijo "Carcas sonne". Y, como dicen los italianos, si non è vero, è ben trovato. Conforme el sol va cogiendo fuerza, las piedras de la muralla se van dorando en ocres, tierras, sienas...



En el s. XII se levantó un castillo en su interior y una capilla dedicada a S. Nazaire. El condado vino asociado al de Barcelona y al de Tolosa. La herejía de los cátaros marcó el futuro de la ciudad, ya que el vizconde fue acusado de hereje y perseguido por los cruzados papales. Como Barcelona quedó dentro de la corona de Aragón, Carcasona rindió vasallaje al reino hispano. Fue conquistada después por los francos. Y dejo ya la historia. Sirvió de prisión y de almacén y se fue deteriorando, hasta que Viollet-le-Duc fue encargado de la reconstrucción de la ciudadela. Su intervención fue muy criticada por incorporar elementos del norte, pero acabó dándole el aspecto actual que tanto nos ha impactado. El empedrado de las calles y la madera en las fachadas dan un toque de autenticidad.



Como soy culo de mal asiento, mientras la guía explica, yo echo una carrera calle abajo hacia la balconada que da al poniente, desde donde se percibe con claridad la altura del promontorio y la presencia de lo que en su momento sería un foso inasaltable.


Regreso y me uno al grupo en dirección a la catedral de S. Nazaire. Desde el exterior se aprecian los rosetones góticos y una torre octogonal. En el interior conviven los elementos románicos y góticos. El órgano sobre la puerta principal impone, pero más lo hacen las vidrieras del ábside y las laterales. Después de tanto estropicio provocado en el Báltico por las bombas británicas, da gusto pensar que aquí hay cosas que han permanecido. La vidriera derecha del crucero muestra un árbol que arranca en el de la manzana primigenia y concluye transformado en el lignum crucis.





Me llaman la atención dos figuritas pequeñas situadas en un lateral: un S. Roque con su perro, que muestra algo de color, absolutamente naive y de la que no me atrevo a asegurar su autenticidad, ya que no encuentro referencias, y un Dios Padre sosteniendo al Hijo en la cruz, en piedra blanca, con expresividad ya gótica.


Nos dan tiempo libre para pasear un rato a nuestro aire en el interior de la ciudadela. Y descubrimos nuevas perspectivas de esta fortaleza inacabable, que no deja de asombrarnos.




Comemos en L'Escargot. Nos sitúan a todos juntos en el subsuelo, que se llena de color cuando nos despojamos de los abrigos y todos lucimos los jerséis navideños que Marisa, en otra de sus fastuosas intuiciones, nos animó a llevar. El ambiente no puede ser más festivo. Un paté muy rico, caracoles, sepia y coulant ayudan a que todo se llene de risas, brindis y fotos. Dejo para acabar, por si la gente no logra hacerse una idea de lo que la Cité encierra, una maqueta que lo pone todo en perspectiva.



Y hay que seguir el programa de hoy. El bus nos lleva a Lagrasse, pueblito que tiene su origen en el s. VIII y que vive al amparo de la orden de agustinos que regentan la abadía d'Orbieu. Entramos antes a un curioso museo, parece que único en Francia, que alberga tablas de techos decoradas con preciosos dibujos, llenos de la inocencia de los rostros románicos, o de caballeros que parecen sacados de una peli de época, con algo de escatología, como solía suceder en aquellos tiempos.




Sé que son muchas, pero no he sido capaz de elegir. Todas me gustaban. El pueblo tiene calles estrechas, como trazadas con tiralíneas. Una de ella se encarama para cruzar sobre L'Orbieu atravesando el Pont Vieux. La tarde deja sus restos estampados en unas fachadas que se miran en las aguas del río y que ilumina el puente que acabamos de cruzar, con la elegancia de un solo arco casi apuntado.



Cuando entramos en la abadía, nos recibe un "canónigo", así se denomina él mismo y nos explica, traducción de la guía mediante, cuál era la función de la orden en el pueblo. Entramos en una capilla oscura, donde sigue la explicación. Hay una pietà en un rincón que me resulta conmovedora. Dada la reverberación existente me animo con la Cantata 147. El monje me mira de hito en hito, pero no me pide que me calle. Y yo espero que me perdonéis el atrevimiento de subir el vídeo que no sé quién grabó.

Desde esa capilla nos llevan a lo que todavía es zona monástica, un refectorio amplio, y unos dormitorios que no veremos, a pesar de la importancia de su diseño. No sé a qué se debe que no nos dejen visitarlos, al igual que los aposentos del abad. Dejo aquí una foto de la wiki para ser conscientes de lo que nos perdimos.


Me equivoco y me meto en un claustro de pequeñas dimensiones con columnas grises, toscas, en cuyos capiteles vuelve la lujuria. Luce en el centro un árbol enorme. Hay una balconada superior de madera para proteger de lluvias y vientos a quienes por allí pasen.


El claustro moderno, amplio, es neoclásico y todavía pasean por él algunos monjes con su breviario en la mano y su ritmo pausado, ajenos a los visitantes, como sacados de un cuadro de Zurbarán. A la vista de las imágenes descubiertas en la web se me hace evidente que nuestra visita ha sido muy parcial, tal vez por la hora que se nos ha hecho o bien las obras que se están realizando. Se nota de todos modos el poderío que alcanzaron los monjes y el que todavía conservan. Hay una tienda a la salida, donde acabamos cayendo en mermeladas y otras fruslerías.


De regreso, la calma del pueblito, de calles vacías, sólo se ve alterada por los ruidosos "ancianitos" que parecen no tener nunca bastante. La tarde se muere definitivamente y las farolas se encienden para nadie


Inasequibles al desaliento, al llegar al Mercure Marisa nos vuelve a sorprender con una picaeta de parte de la agencia. Nos sirve de cena y de seguir conociéndonos.



No nos retiramos muy tarde, porque mañana volveremos a madrugar. Ya se sabe, la dura vida del turista.

José Manuel Mora.