Romanticismo
Madrid tiene muchos museos, de sobra conocidos por aficionados y turistas. Sin embargo es posible que a muchos les pueda pasar desapercibido el que se encuentra en el Palacio de Matallana, que alberga el Museo Nacional del Romanticismo. Cuando me enteré de la exposición temporal dedicada a esta etapa histórica, La época Romántica (no veo el porqué de la mayúscula en el título de la muestra, pero lo respeto), me apresuré a sugerir a la Junta de la AAUP la posibilidad de gestionar un par de visitas guiadas para los miembros de nuestra asociación. Y así, el 11 de diciembre conseguimos un par de recorridos tutelados por nuestras expertas, Alicia y Ana.
Muchas de las piezas que se podrán contemplar no habían sido expuestas hasta ahora. Algunas fueron restauradas para la ocasión y además el MUBAG ha pintado las paredes de acuerdo a los contenidos que se iban a exponer. Por todo ello consideramos que se trata de una exposición extraordinaria.

Habiendo sido profesor de Literatura durante cuarenta años, sabía que llegar a este periodo era conseguir la atención de mi alumnado, lo que podía suceder también con los visitantes de la muestra. El movimiento surge en Alemania a finales del XVIII, y a nuestro país llega durante la segunda década del XIX, en pleno reinado de Isabel II, quien sube al trono con apenas trece años. Frente al racionalismo del periodo enciclopédico, surge como reacción el predominio de los sentimientos. Frente a la "cabeza", se alzará el "corazón". Gran parte de la pintura de la época es de carácter academicista y tiene como finalidad potenciar la institución monárquica; habrá otros que pretenden con su obra luchar contra ella. En esta exhibición podremos ver las más de 300 piezas expuestas que son un fiel reflejo de un periodo convulso. De hecho el reinado de la monarca acabó con la conocida como Revolución Gloriosa, que supuso su exilio a París.
Hay al tiempo grandes avances tecnológicos, como el ferrocarril en 1848, o la arquitectura del hierro y los barcos de vapor, que conviven con formas de vida durísimas, por ejemplo las de quienes han de salir a la mar arriesgando sus vidas. Como el cuadro de Heliodoro Guillén, "La última borrasca", de fin trágico. Muy curiosa la imagen de nuestro puerto casi irreconocible por las transformaciones sufridas, pintada por Joaquín Agrassot.

La muestra hace un repaso de la visión "exótica" que tenían los visitantes extranjeros de la época, buscando rasgos "morunos" presentes sobre todo en Andalucía y que los hacía fijarse en lo costumbrista: toreros, bandoleros, chisperos, y trajes regionales, o esa chaquetilla pintada a mano, cuidadosamente restaurada. Más interesante me ha resultado la plasmación del papel de la mujer, en un tiempo en que se dedicaban al hogar, y a la crianza, en matrimonios generalmente concertados. Su formación era limitada a todo lo que pudiera considerarse un "adorno": pintura, música, bordados... No podían asistir a cursos formales. En todo caso iban a talleres o academias particulares. Son retratadas como muestra del poder burgués familiar, o bien por ser conocidas por tener una moral "descuidada", como en el caso de actrices y cantantes.
Si alguna se atrevía a romper con la norma siguiendo al propio corazón, era expulsada del seno paterno y en el cuadro que sigue no queda claro si, incluso mediante la intercesión del sacerdote, el pater familias sería capaz de perdonar a la "descarriada".
Los varones, mientras tanto, son retratados de forma estereotipada: militares, comerciantes, terratenientes, lo que comporta signos de estatus, como las pipas, los bastones o los pistolones que se exponen en las vitrinas. Muchos de ellos ejercieron en las colonias, que acabarían perdiéndose en 1898. Y desde ellas llegan mantones de Manila, objetos chinescos y retratitos de damas cubanas afrodescendientes. Curiosa, si no representara lo que representa, la mesa sostenida por un pie que es la figura de un negro cabeza abajo.
Hay otra sección dedicada al ocio burgués, bien al privado, con reuniones en veladas de lectura o de música, o bien al público, con conciertos, museos... Los objetos dedicados al entretenimiento, que nos acercan a las primeras imágenes en movimiento, llaman mucho la atención, como el zootropo.
Una única pega, tal vez. El tamaño de las cartelas explicativas y su ubicación, dificultaban la lectura a quien sintiera curiosidad. Seguramente ello podría ser fácilmente subsanable. Por lo demás, creo que el recorrido nos dejó con ganas de volver por libre para disfrutar de cada pieza exhibida al ritmo de cada quien. Creo que la próxima visita será ya el año que viene.José Manuel Mora.